Sin
espalda,
sin
luz en
las
esquelas oficiales.
Siendo
otra vez hijos de la ira,
el
puño cerrado miente
la
deslengua de la puerta;
éxtasis
de la longitud contigua,
los
muertos saludan al poliuretano
envejecido.
Y
entonces,
puta tecnocracia
que
nos robó el acento,
que
negó idiolectos,
sigue
el ritmo.
Y así la vida misma sigue el ritmo.
ResponderEliminarMuy buen escrito. Besos***