Ahora sí,
el cielo
se abre diferente.
El niño raro
cobra un tacto
añejo,
de mentiras,
exilios.
Niño poeta
mojado
por la condena
de la voz.
Niño hiperbólico
atado a un mundo
antónimo,
víctima de
esa sed inutil,
la palabra.
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Esa sed nunca será inutil. Las palabras la aplacarán. Eso seguro.
ResponderEliminarMe gusta como escribes.
UN beso
Mercedes
Paso a dejarte mi huellita...
ResponderEliminarBesos***
leyendo noctambuleando saludos
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